"Jesús, después de hacer un ayuno durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre" (Mt 4,2)
Con este versículo el Santo Padre centra su mensaje de la Cuaresma. Tenemos por delante cuarenta días de sendero, de camino y de travesía hacía el monte que esta coronado con la Cruz de Cristo; y después, la Esperanza, la gran promesa, la alegría y el gozo de la resurreción de nuestro Señor, haciendolo todo nuevo.
Mateo en el siguiente versículo (Mt 4,3) dice que en este punto apareció el tentador. En el momento en el sentimos nuestra debilidad, es cuando aparece Satanás buscando nuestra separación de Dios, nuestra enemistad. El ayuno nos permite estar en presencia de Dios de una forma humilde, siendo conscientes de que somos personas necesitadas y que esa necesidad, que puede ser llenada por un alimento, se convierte en deseo de que sea llenada por la gracia y el amor de Dios. Esta vivencia compartida con el prójimo en sus necesidades, nos lleva a la comunión y amistad con Él.
Hace unas fechas el evangelio nos narraba a Jesús expulsando un Espíritu. Los discípulos, sorprendidos, porque ellos no pudieron hacerlo, le preguntan.... a solas (Señor, cuanto nos cuesta compartir lo que Tú nos das gratis) :
"Entonces se acercaron los discipulos a Jesús y aparte le preguntaron: ¿Cómo es que nosotros no hemos podido arrojarle? Díjoles [ ... ] Esta raza no puede ser lanzada sino por la oración y ayuno" (Mt 17,19,21)
Que en esta Cuaresma, la oración y el ayuno nos sirva para combatir el pecado y acercarnos más a las necesidades de los demás, al modo de María, que meditaba todo en su corazón.
Referencia:
Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma 2009 pinche aquí
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