sábado, 12 de noviembre de 2022

Sobre si hay que ser perfecto

En el ámbito Católico y en los medios de comunicación se oye, mucho, aquello de que: "bueno no hay que ser tan perfecto", ó que: "no hay que ser perfeccionistas"

El caso es que Dios es perfecto, y para llegar a estar con Dios (que es llegar al Reino de los Cielos), lo que no sea perfecto; no entra

Y entrar, recibe una denominación y es el aspirar a fallecer en Santidad

La indicación y consejo de nuestro Señor Jesucristo al respecto la tenemos en una Biblia Católica y en el libro Evangelio San Mateo Capítulo 5 versículo 48 (En los libros de texto aparece como Mt 5,48):

"Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial"

Y las modas, son modas, y se entienden que están presentes, porque son "movimientos de la Sociedad"; pero con respecto a lo Católico, las modas duran muy poco

El Evangelio de San Mateo que también va dirigido al Paganismo, traslada, que en el comportamiento, no nos dejemos llevar por las modas, y por lo mundano (Paganismo). Sino que aspiremos a la Resurrección de la Vida Eterna junto con Cristo

Ese día, Dios nos revisará

podremos decir: "esss queeeee la moda de entonces..."

pero para Él:

el sí es Sí

y el no es No

Y si nos preguntamos: ¿Y el quizás?, el quizás, Dios lo llama:

 "Mi Infinita Misericordia" 

y a Élla nos acogemos 

😀 Amén 😀

Referencias:
Catecismo de la Iglesia Católica pinche aquí

310 Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir ningún mal? En su poder Infinito, Dios podría siempre crear algo mejor (Cf. S. Tomás de A., s. th. I, 25, 6). Sin embargo, en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente crear un mundo "en estado de vía" hacia su perfección última. Este devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección (Cf. S. Tomás de A., s. gent. 3, 71).


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