sábado, 23 de enero de 2016

Un interrogante tan viejo como el de la Trinidad

"Si existiera Dios, Él no permitiría las guerras, las insjusticias, la enfermedad, la opresión ni siquiera de un solo ser humano. Si Dios existiera, impediría al hombre hacer el mal. Pero el sufrimiento no viene de Dios, no es la consecuencia de una falta, Dios no es el autor del mal. Él no manipula, ni mucho menos atormenta la conciencia humana. Job, ese viejo creyente anterior a Cristo, saturado por las pruebas, sabe que su inmenso dolor no es el castigo de una falta. El inocente desprovisto de destreza puede ser víctima tanto como el déspota o el tirano con un corazón de piedra. Es éste un gran misterio. Pero llega el día en que, con Job, podemos afirmar: en mis pruebas, Dios me busca, Él me ha visitado. Sé que mi Redentor está vivo y por eso mi conrazón se consume en mi interior"

(Del hermano Roger - Fundador de Taizé)

No sé si soluciona el interrogante, pero creo que sí ayuda a orar...

Referencias:

Catecismo de la Iglesia Católica pinche aquí

385 Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie escapa a la experiencia del sufrimiento, de los males en la naturaleza —que aparecen como ligados a los límites propios de las criaturas—, y sobre todo a la cuestión del mal moral. ¿De dónde viene el mal? Quaerebam unde malum et non erat exitus ("Buscaba el origen del mal y no encontraba solución") dice san Agustín (Confessiones, 7,7.11), y su propia búsqueda dolorosa sólo encontrará salida en su conversión al Dios vivo. Porque "el misterio [...] de la iniquidad" (2 Ts 2,7) sólo se esclarece a la luz del "Misterio de la piedad" (1 Tm 3,16). La revelación del amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la extensión del mal y la sobreabundancia de la gracia (cf. Rm 5,20). Debemos, por tanto, examinar la cuestión del origen del mal fijando la mirada de nuestra fe en el que es su único Vencedor (cf. Lc 11,21-22; Jn 16,11; 1 Jn 3,8).

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